Sho Azakura ( TWIN ).

Nombre:

Azakura, Sho.

Edad:

100 // Apariencia de 15.

Sexo:

Masculino.

Rango:

Estudiante // Aspitante A Shinigami Raso.

Zampakutoh:

Skeith.

Especialidades:

Zanjutsu.


División:

11va.

Descripción física:



Descripción Psicológica:

Es un joven con pensamientos calculadores, no demuestra lo que piensa o lo que su mente esta maquilando hacer en cualquier tipo de situacion.

Historia: En vida, fueron unos niños de la calle, obligados a sobrevivir en las duras calles, buscando restos de comida en los basureros, protegiéndose del frío en las alcantarillas, con sus dulces rostros siempre manchados de tierra y hollín, y sus ojos, que deberían mostrar inocencia, ostentaban una frialdad característica de aquellos que han sufrido en pocos años, lo que una persona normal sufre en toda su vida.

Cualquier persona, pensaría que en la muerte, se acabarían todos sus sufrimientos, y podrían por fin vivir tranquilamente, pero el destino es, en ocasiones, cruel con quien menos lo merece. Una vez en el otro mundo, los pequeños hermanos, que habían permanecido juntos desde nacer, se vieron separados, él furioso y evidentemente fastidiado de lo cruel de su destino, vagó por las villas más pobres, con la esperanza de encontrar a su amada hermana. Por 3 años busco sin cansancio viviendo una copia al carbón de su vida en la tierra, sufriendo el desprecio de las almas de posición mas acomodada, robando para poder sobrevivir, siendo golpeado, pero cada vez mas firme en su deseo de hallar a su hermana.

Finalmente, cuando su fuerza física había mermado y se encontraba dispuesto a darse por vencido, cayó al suelo, con una fuerte nevada, que amenazaba con no dejarle ver mas las luz del día, una mano delicada y pálida tomo la suya y le acariciaba con ternura el cabello, al tiempo que cubría su cuerpo con una sombrilla. Los ojos del chico, buscaron al dueño de la mano que lo auxiliaba, un par de lágrimas de alegría salieron de sus ojos, al ver el dulce y familiar rostro de su hermana.

La jovencita vestía un kimono bastante elegante y lo miraba con ternura a la vez q lloraba también con una gran sonrisa dibujada en sus labios. El alcanzó a susurrar su nombre, justo antes de perder la conciencia. Cuando recupero el conocimiento, se encontró en una elegante habitación, tibia, en un lecho que de igual manera exhalaba elegancia. Junto a él, una charola con comida caliente dejaba salir su aroma tentador, el estomago del chico gruño suavemente en cuanto el aroma lo incito. Pero su curiosidad era más grande, y se empeñaba en captar cada detalle del extraño lugar donde se encontraba. El chirrido de una puerta lo saco de sus cavilaciones la figura de su hermana ingreso lentamente a la habitación, le soltó una sonrisa afable y corrió hacia el lecho donde su hermano reposaba, lo rodeo con sus brazos y lo apretó con cuidado, Sollozaba.

-Pensé que no volvería a verte... temía quedarme sola.-

Una vez que los ánimos se hubieron calmado, la pequeña le explicó lo que había sucedido, al llegar al otro mundo, separada de él, vago sin rumbo por un año, intentando encontrarlo sin resultados, por fortuna, un anciano de clase alta, la encontró desmayada en las calles, la adoptó, le ofreció ropa y un hogar, sin embargo, el vació en su corazón continuaba con la ausencia de su hermano. El anciano, un renombrado shinigami de la Sociedad de Almas, que se había retirado, le permitió partir en la búsqueda de su hermano, el único ser con el que tenia fuerte lazo emocional. Dicho esto, ella partió, acompañada por un guardia, que la protegería en sus andanzas. Lo busco sin parar, y justamente cuando perdía todas sus esperanzas, lo encontró.

El anciano acepto cuidar también de él, ambos pequeños, comenzaron a crecer, conociendo por primera vez, la felicidad que durante años les había sido negada. Sin embargo, la mirada en los ojos del niño, era un espejo del pasado cruel que se había visto obligado a poseer. Gustaba de realizar fuertes entrenamientos físicos y espirituales, dejando en claro sus vastas habilidades. El anhelo de proteger lo único que lo hacía feliz, se había convertido en la razón de su existencia, en el motor que movía sus acciones, proteger a su hermana era todo lo que existía para él. A la par, su hermana entrenaba motivada por las mismas razones, sabía lo dura que la vida podía llegar a ser, y no planeaba esperar otro golpe atroz para volver a sufrir, si era necesario, daría su vida, para proteger a la persona que amaba y que siempre había estado junto a ella.

La jovencita mostraba una gran fuerza espiritual, por lo que, el anciano, alentado por el esfuerzo de los pequeños, comenzó a entrenarlos para poder aspirar a ocupar un puesto en la Sociedad de Almas. La fortaleza, el temple y el carácter de los niños, forjados por años de sufrimiento, daban frutos, eran estudiantes disciplinados, fuertes mentales, física y espiritualmente. Pareciese que su felicidad nunca más se vería empañada, pero ambos estaban muy lejos de la verdad.

Al convertirse en jóvenes radiantes, de características físicas que los hacían deseables para el sexo opuesto, aplicaron el examen de ingreso a la Sociedad de Almas, para el padre adoptivo, no fue una sorpresa que ambos lograran pasarlo con honores, él estaba seguro de que serían unos shinigamis asombrosos.

Una noche, justo antes de que ambos jovencitos, tuviesen que mudarse y despedirse de su padre adoptivo, para comenzar su nueva vida. Unos ruidos extraños, se dejaron escuchar en toda la caza, el joven despertó sobresaltado, intentando dilucidar el origen de estos ruidos, rápidamente identificó su procedencia: la habitación del anciano. Con cuidado despertó a su hermana, haciéndola notar los extraños sonidos y suplicándole

aguardase ahí, mientras él investigaba. Ella, tercamente se negó y decidió acompañarlo. Con pasos lentos, salieron al pasillo, parpadeaban, intentando acostumbrarse

a la oscuridad. Sus pasos lentos, silenciosos, comenzaron a dirigirse hacia la recamara de su padre. Repentinamente, el extraño ruido cesó, como si el ser que lo producía se hubiese percatado de su presencia. Ambos jóvenes aceleraron el paso, y abrieron intempestivamente la puerta. En la alfombra, yacía el cuerpo inerte del anciano, quien empuñaba aun su arma. Su mirada pétrea y el frió de su piel dejaba en claro que había muerto. La joven corrió hacia le cuerpo, y cayó de rodillas sollozando dolorosamente. El joven corrió de inmediato, para colocarse frente a ella y protegerla de algún ataque, pues había notado de inmediato una silueta en el marco de la ventana abierta. La luz de la luna, apenas dejaba ver claramente las características del rostro de quien ahí se posaba, ostentando en su mano una enorme zanpaktou. Solo era apreciable su blanca sonrisa, y el uniforme característico de un shinigami, una carcajada siniestra inundó la habitación.

-Pobres niños tontos, no pueden luchar contra mi- se llevo la mano derecha, donde sostenía su arma hacia el hombro, recargando en este el pesado objeto, y levanto la izquierda a la luz de la luna que se colaba, sus dedos estaban bañados en sangre, y la acercó a su boca, una lengua larga similar a la de un lagarto salió y lamió la sangre- ese viejo era un estorbo, buscando jóvenes fuertes para detenerme... pero debo decir que su sangre era deliciosa.

La mirada del joven estaba iracunda, jamás había sentido tanto odio. El ser parado en la ventana lo miró con curiosidad.

-Bien, hoy no es la noche... creo que será mejor dejarlos ir esta vez, creo que será interesante ver que tan fuertes se volverán- soltó otra carcajada, una fuerte ventisca agito las cortinas y el desapareció.

Después de este hecho, los jóvenes acordaron que buscarían por toda la Sociedad de Almas al culpable, se volvieron taciturnos, no hablaban con nadie, y siempre se mantenían juntos. Dejando sus ratos libres para aumentar sus habilidades y fortalezas, con el afán de encontrar al ser que les había arrebatado su felicidad una vez más.